Somos muchos los amantes del café. Recuerdo que a mí siempre me ha gustado, quizás porque mi abuela me lo daba a escondidas en el desayuno cuando mi madre no estaba. En casa lo tomamos todos. Mi madre es una gran consumidora, no le gusta ni las cápsulas ni el café molido, lo prefiere en grano y molerlo ella. "El aroma es infinitamente más intenso", es lo que suele decir siempre.
Con la entrada al mercado de las nuevas opciones de café, más cómodo, rápido, fácil y siempre con la textura y el sabor perfecto, estamos olvidando la parte más emocional de todo este ritual. El café es la excusa perfecta para miles de citas, el café es la bebida que nos recibe (a muchos) cada mañana, un café es social, intenso y placentero. Quién no ha reído y llorado alguna vez tomando un café.
Un lugar perfecto para tomar café, dejando a un lado su inmensidad e intentando exprimir su esencia, es la terraza del Parador de Segovia. Desde ella se puede ver una panorámica perfecta de la ciudad, mágica, de otro siglo, encantada y romántica. Una de las vistas más maravillosas de la bella Segovia donde disfrutar de esta bebida, solo o acompañado, con leche, cortado, manchado, doble, irlandés, americano, vienés, árabe, bombón, capuchino o carajillo.
Y volviendo a mi infancia, a mi casa, y a ella con el eterno ruido del molinillo.
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